martes, 21 de enero de 2014

Campinas



No conocí mucho de Campinas. Por lo que vi, mientras íbamos por la carretera, es una ciudad grande, por estar junto a Sao Paulo nadie la considera de gran tamaño ni percibe la cantidad de personas que transitan y viven ahí. Está llena de centros comerciales inmensos, parece un lugar residencial, es el ambiente de oficinistas, estudiantes, edificios grandes, varias universidades... En general, los paisajes de esta ciudad normalmente no son muy rurales sino más bien un tipo de urbanismo ecológico, pero yo tuve la suerte de conocer otro lado de Campinas.
Aunque estuve dentro de un gran centro comercial, el recuerdo que me llevo de Campinas no es la de una ciudad agitada y comercial, es más bien de paz, tranquilidad, naturaleza. En esta ciudad vive Guillermo, un hombre de un corazón grande, solidario, generoso.  Su casa me recuerda al campo y a la naturaleza, no solo por su jardín y los cultivos de carrizo, caña y bambú sino por su manera de vivir pacífica, austera. Ese corazón sincero no solo es de Guillermo, se extiende a toda su familia. Fue hermoso conocerlos, conversar con ellos, aprender de sus historias, contagiarme de ese espíritu de libertad, de amor y de solidaridad. Estoy muy orgullosa de tener una familia así.
El día entero en Campinas pasó volando, las horas pasan rápido cuando uno se siente a gusto. A pesar de no haber dormido más que una hora entre los días sábado y domingo, al llegar a mi casa en Sao Paulo pasadas las 12 de la noche, no tenía mucho sueño. Me moría de ganas de conversar, de compartir con todo el mundo lo especial que fue ese día...

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