jueves, 23 de enero de 2014

El chico que fumaba Malboro rojo


Nunca tuve una experiencia igual. Hasta ese día me jactaba de ser "liberal", alternativa, tener la mente abierta. Claro está, yo provengo de la bien llamada franciscana ciudad de San Francisco de Quito, así redundante, barroca, curuchupa, mojigata. Dentro de mi círculo social en verdad fui una de las más libres de prejuicios sobre la sexualidad y de ataduras a las convenciones sociales. Pero esa noche tuve un shock. Me encontré en medio de un mundo desenfrenado al que solamente YO le ponía los frenos. Observé cómo se derretían los límites puestos por la moralidad cristiana, asistí a la ruptura de cadenas.
Ese escenario se me hizo parecido a Babilonia, al cuadro del infierno de la Compañía, a cualquier tipo de espectáculo nada pudoroso... En la pared de fuera de la "balada rock" alguien había anticipado lo que pocas horas después dentro de ese antro yo vería. Como el horáculo de Delfos pero a la inversa. Esa noche sentí que finalmente TODOS estamos destinados, mejor dicho, condicionados para cumplir los estereotipos.
En ese contexto, la única sorpresa fue hallar a un muchacho interesante, atractivo, soñador, luchador, inteligente, libre, perspicaz (...por favor, añádanle todos los atributos positivos que me han escuchado decir alguna vez...) que, infelizmente, fumaba Malboro rojo.

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